El fútbol alemán es uno de los últimos reductos que quedan en el fútbol global para pelear contra la mercantilización del deporte rey. Las gradas del centro de Europa, que tienen poder en las decisiones de sus clubes, siguen luchando contra los precios abusivos que se producen en algunos encuentros. Nadie pasa por encima de los valores de unos grupos asentados y con mucha autoridad.
El Shaktar-Bayern se jugará en Gelsenkirchen. El conjunto ucraniano está obligado a mudar sus encuentros de primer nivel debido a la guerra entre Rusia y Ucrania y juega sus partidos como local en el Veltins Arena. La ciudad, que acoge a los de Donetsk en su exilio forzado, se encuentra en la cuenca del Ruhr, la zona industrial de Alemania que concentra a un gran número de equipos de primer nivel en el país.
El desplazamiento de aficionados muniqueses se preveía masivo dada la cercanía entre las ciudades para ser un partido de Champions League. Pocas veces se les va a presentar a los aficionados del Bayern la oportunidad de ver a su equipo como visitante a solo 600 kilómetros de su ciudad, sin contar con todos los hinchas que no viven el Baviera.
Sin embargo, los altos precios -52 euros- del encuentro de la primera fase de Champions impuestos por el Shaktar forzaron al grupo ultra del Bayern a realizar un comunicado anunciando su boicot a las entradas mandadas por el club ucraniano. Y la afición les siguió. 36.000 socios del Bayern cancelaron su solicitud de entrada para el partido contra el Shaktar en Gelsenkirchen.
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Esto hizo que el Bayern intermediara con el club ucraniano y este reformulara su precio, pasando de 52 a 26 euros para un duelo en el que se esperaba un gran ambiente y que, tras el boicot propuesto por Schickeria München, el grupo más radical de la afición bávara. El enésimo triunfo del fútbol popular surgido desde Alemania.
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