El triunfo electoral de Donald Trump en los Estados Unidos vino con la noticia del reciente nombramiento de Marco Rubio como secretario de Estado. El regreso al poder del polémico magnate permite avizorar cambios fundamentales en las decisiones y la orientación de la Casa Blanca en términos globales, aunque en lo tocante a Venezuela la incertidumbre mantiene su plan de vuelo.
En algún momento estuvimos tentados a pensar que Trump podría animarse a negociar directamente con Nicolás Maduro los problemas migratorios y energéticos que pueda tener pendientes con Venezuela, poniendo por delante, como ha prometido, los intereses de su país. Y a continuación, alejarse todo lo posible de ella.
A sabiendas de lo que ya le esperaba a Caracas con una hipotética victoria del partido Demócrata, Maduro parecía buscar algunas opciones ante los procedimientos sorpresivos y heterodoxos de Trump. El interés de Maduro consiste en que se imponga la realpolitik, que se olviden los reclamos sobre la falta de transparencia de las pasadas elecciones presidenciales en el país y se le termine de aceptar como la expresión de una realidad política inevitable.
En esos términos tuvo lugar el comunicado de la Cancillería venezolana felicitando al presidente recién electo, que con mayoría en las dos cámaras ahora es más poderoso que nunca.
Más opciones de maniobra para la oposición
Reconociendo de entrada el sesgo impredecible que pueden tener las decisiones de Donald Trump, la presencia de Marco Rubio en el Departamento de Estado sugiere que América Latina no será un campo político tan relegado como algunos suponen, y que, frente al actual gobierno de Venezuela, se aproxima un discurso intransigente, dispuesto a elevar el tono y a endurecer sus exigencias.
Descartado, de plano, cualquier cosa que se parezca a un procedimiento militar, lo que se estaría aproximando con Rubio podrían ser nuevas sanciones, medidas de amplio espectro y diverso calibre y que perjudiquen los intereses de la revolución bolivariana y hagan aún más complejo el cuadro político interno.
“El mensaje enviado por el actor Fernando Carrillo en las redes sociales, en el cual felicita a Trump, y le invita a repensar sus relaciones con Venezuela, no puede ser visto como un hecho aislado”, afirma a propósito del tema Carmen Beatriz Fernández, analista político y consultora electoral. “Es parte de una estrategia más amplia, y no es la única que se ha hecho. Hay otros esfuerzos ahí. Maduro con los demócratas sabe lo que va a suceder; con Trump, tiene la incertidumbre que todos tenemos. Por eso han apostado a Trump”.
Fernández destaca la tradicional postura Rubio, como hijo de exiliados cubanos, frente a lo que sucede en Venezuela, Nicaragua y Cuba.
“Rubio conoce bien a América Latina y su nombramiento nos orienta a todos, habla mucho de la postura del nuevo gobierno. También es muy descriptivo el nombramiento de Mike Waltz, Consejero de Seguridad de Trump, promotor de la aprobada Ley Bolívar, que le da rango de estado, plataforma bipartidista y una sola política sobre el caso Venezuela. En muy pocos aspectos de la vida de una nación tan polarizada como Estados Unidos se producen consensos; Venezuela es uno”, sumó.
“Marco Rubio no es un funcionario, es un político, una persona que tiene aspiraciones y que sabe que un desempeño convincente lo puede disparar a la Casa Blanca”, comenta un destacado político opositor que ha preferido no identificarse. “Aunque parezca lógico que Trump quiera negociar y resolver problemas para su país, en lo personal tengo más expectativas en torno a lo que pueda suceder con esta victoria, respecto a lo que había podido pasar con Kamala Harris. La lógica indica que venga una actitud de confrontación, pero yo creo que podría estar planteada, en otros términos, otra negociación.”
La heterodoxia trumpista no le ha restado aliento a los procedimientos tradicionales de los republicanos. El nuevo gobierno es un nido de halcones, de personas dispuestas a negociar, pero con un propósito y en sus términos. Lo que el nuevo equipo dirigente de los Estados Unidos le está diciendo al gobierno chavista de Nicolás Maduro es “tengo unas armas, y yo sí estoy dispuesto a usarlas”.
Por lo demás, es muy probable que, a diferencia de lo que ocurría con los demócratas, la simetría de propósitos y diagnóstico de Rubio con María Corina Machado sea clara, y las comunicaciones entre ambos, fluidas y óptimas.
Los mandos oficialistas analizan la circunstancia y toman nota. En ese orden de ideas Delcy Rodríguez, vicepresidenta de la República, descarta “negociar con el fascismo” en un acto con sus aliados. “Tenemos que estar preparados para todo”, ha afirmado también Diosdado Cabello frente a sus seguidores, quizás viendo venir más problemas. “No podrán con nosotros, organizados como pueblo, en perfecta unión cívico-militar-policial
A partir de enero, el nuevo gobierno de Maduro va a correr el margen de tolerancia para el campo democrático en varios temas, y uno de los fundamentales será el reconocimiento a la legitimidad de su gobierno. Miraflores aumentará en lo que pueda -y a lo mejor no es mucho- el volumen y la influencia de sus aliados, Rusia, China, Turquía, Irán y propondrá al país nacional algún marco para coexistir, privilegiando la agenda económica para conservar su autoridad.
Cualquier endurecimiento de Washington producirá consecuencias, represión política, leyes para perseguir disidentes, más censura, nuevos embates y trastornos económicos. Pero, con claridad, la victoria republicana le ofrece opciones adicionales de maniobra a María Corina Machado.
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