La articulista de Runrunes y escritora Carolina Jaimes Branger nos inquiere con Aquello que no se dice, su novela prima sobre una familia gomecista inquietantemente vigente en la Venezuela de hoy
@nildasilvaf
Carolina Jaimes Branger presentará el próximo viernes 25 de octubre, en Madrid, la novela Aquello que no se dice. En el libro, la escritora y articulista de Runrunes recrea la vida de una familia gomecista y retrata, como quien no quiere la cosa, a la Venezuela actual. En lo social y lo político, pero también en el entorno íntimo, en el espejo de cada cual.
Sin más preámbulos, veamos qué nos dice la autora sobre una familia y un tiempo que toca a nuestras puertas:
–¿Qué te inspiró a elegir la época de Juan Vicente Gómez y la Venezuela de los años veinte y treinta como contexto para esta novela? No pareciera ser una elección inocente en estos tiempos, cuando un historiador como Elías Pino Iturrieta ha indicado semejanzas de esta hora con el gomecismo.
–Pues fíjate que, aunque no parezca una “elección inocente”, lo cierto es que sí lo fue. La novela, básicamente, son historias que escuché de mis abuelos, mis tíos abuelos y las visitas que acudían a sus casas (que en general eran bastante peculiares, debo decir). Todos ellos vivieron durante los años del gomecismo y para mí resultó natural y fácil revivirlos en su propia época. Después de que mi papá falleció prematuramente en un accidente de carro, Luis Alberto Machado se convirtió en mi mentor. Como ambos éramos noctámbulos (yo todavía lo soy), hablábamos por teléfono hasta altas horas de la noche. Y yo le contaba muchas de aquellas historias que oí en mi casa y que me marcaron… sobre todo las que narraban después de pedir “que se fueran los niños”. Yo tenía un atajo y llegaba rauda y veloz gateando hasta un “lugar secreto” desde donde escuchaba todo. En aquel momento, no entendí muchas de las cosas que decían, pero a medida que fui creciendo, todo comenzó a encajar. “Ahí tienes una, dos o más novelas”, me dijo Luis Alberto. Ahora tienes que construir a los personajes. Y eso fue lo que hice.

“LA” prioridad
La articulista de Runrunes y escritora Carolina Jaimes Branger nos inquiere con Aquello que no…
–¿Por qué decidiste centrarte en la familia Alcántara-Valderrama como eje principal del libro? ¿Qué simbolizan estos personajes y qué lecciones quieres darnos a través de ellos?
–Eso sí fue premeditado. Mi novela es una denuncia a la hipocresía de la clase alta venezolana desde que Colón llegó a estas tierras. Es la gente que quiere que hagas lo que ellos dicen, pero no lo que ellos hacen. Los que viven una vida doble, de dudosa moral, pero que se presentan como adalides de la ética. Esos, que todavía en pleno siglo XXI, llevan sus vidas como si se trataran de obras de teatro, donde representan a los personajes que el público espera ver, buscando aplausos, cuando en la realidad son todo lo contrario. Los bolichicos son un ejemplo perfecto de esa gente en el siglo XXI.
–Muestras a Cecilia Valderrama como una mujer con una visión “atrasada y perversa”. ¿Quién se mira hoy en el espejo de esta señora, sobre todo cuando Rodolfo Izaguirre afirma que de alguna manera “nos parecemos” a Cecilia Valderrama?
–¡Qué buena pregunta! Cecilia Valderrama es la gran protagonista de la novela, porque maneja los hilos de todos los que viven a su alrededor. Es una mujer amargada y frustrada, no voy a adelantar el por qué, pero está llena de escrúpulos –nada extraño en su tiempo– y a la vez es capaz de las peores cosas. Sienta cátedra cada vez que habla. Lo que ella no dice, no existe. Tiene una máscara y quiere que todos también la tengan para que vivan de acuerdo a sus cánones de conducta, deseos y hasta sus impertinencias. Es la tirana a escala familiar. Lo peor es que todavía existen personas que viven así y que desean tener al tirano en casa para que les resuelva todo. A eso se refiere Rodolfo Izaguirre cuando dice que cien años después pareciera que no hemos cambiado… y a mi modo de ver, tiene razón.
–¿Qué críticas o reflexiones sobre el comportamiento social y humano te interesaba destacar en esta novela anclada en un periodo tan tenebroso como el gomecismo?
–En la novela hay dos bandos claramente definidos: los que están a favor del tirano, que buscan justificarlo en el “gendarme necesario” de Laureano Vallenilla Lanz, y los que están en contra, conspirando y haciendo todo –hasta dar sus vidas– para derrocar al tirano. Dos visiones de la vida contrapuestas. Dentro de los que están a favor, muchos tal vez ni saben que existen las cárceles ni las torturas, pero tampoco se interesan en conocer más allá de su mundillo de tules, lujos y tristezas. Hay un egoísmo en cada uno de esos personajes, tal vez auspiciado por el dominio de Cecilia. Es la oscuridad de la tiranía frente a la luz de la libertad.

–La novela aborda temas como la deshonestidad y los prejuicios. ¿Cómo crees que los lectores de se relacionan con estos temas en el contexto actual, sobre todo los lectores venezolanos?
–Estoy segura de que puedo extrapolar la novela y escribirla casi idéntica hoy en el siglo XXI. En Venezuela, salvo un pequeño porcentaje que no llega al 10 %, la gente sigue siendo clasista, racista, homófoba, intolerante. Muchos siguen viviendo tras esas máscaras, escudándose tras la religión, otro de los disfraces que se ponen para hacer de las suyas mientras se dan golpes de pecho en misa. La nuestra sigue siendo, hoy en día, una sociedad deshonesta y prejuiciosa, donde el dinero lava desde un currículo hasta un prontuario. ¿Recuerdas cuando a Diego Salazar lo hicieron miembro del Country Club? ¿O cuando celebraban a Alejandro Andrade porque ofrecía en las competencias ecuestres “güisqui para todo el mundo” y casi todos se lo aceptaban, y a un privilegiado grupito los invitaba –en uno de sus dos jets privados– a pasar fines de semana o temporadas más largas en su granja de Wellington en Florida?

Mil millones
La articulista de Runrunes y escritora Carolina Jaimes Branger nos inquiere con Aquello que no…
¡Ese dinero estaba manchado de sangre, pero o no pensaron en ello, o no les importó! Eso que se tomaron, eso que comieron, eso que viajaron, fue a costa de los cientos de miles que murieron de hambre o de mengua en un hospital que no tenía insumos. Y cuando los pusieron presos, todos los que los habían halagado y jalado mecate, simplemente voltearon hacia el otro lado. Y ni hablar de los “niños bien” que se lucraron groseramente haciendo importaciones fantasmas a través de Cadivi… Todo, todo, puede relacionarse con el contexto actual, ahora peor que hace cien años.
–Esta familia que retratas en tu libro… ¿tiene redención? Pongamos que Leonor podría dar la cara por ella. Y trasladando esto a nuestra hora… ¿cuántas Leonores y cuántas Cecilias hay?
–Yo creo que todos tenemos la posibilidad de redimirnos, pero para eso tiene que existir primero el propósito de hacerlo. Y esto último no lo veo… Leonor ha podido ser la redentora, pero un episodio, que tampoco voy a adelantar, se lo impide. Por desgracia, creo que hay más Cecilias que Leonores (cuando estaba bien).
Aquello que no se dice, una historia dentro de otra
Carolina Jaimes empezó a escribir el libro cuando vivía en Maracay, “allá por 2004 o 2005”. Eligió el género de novela porque “sentí que ya estaba preparada para escribirla”. Creó entonces 120 páginas, que dejó en reposo durante 10 años por el ojo escrutador de su madre, quien “no podía aceptar que su hija escribiera escenas de sexo o dijera groserías”.
Retoma su obra en el año 2014, cuando muere su mamá. Sin embargo, otra mirada demoró la novela: “yo pertenecía a un grupo donde leíamos, escribíamos y comentábamos textos literarios. Empecé a leer los míos, y la persona que llevaba el grupo, a quien admiro y respeto, literalmente me destrozó la novela. Me dijo que era banal, baladí y provinciana. Y eso me electrocutó. Cuando empezó la pandemia, mi hija Irene, que también escribe, me dijo ‘aprovecha este momento para terminar tu novela. No le hagas caso a quien te la destrozó… tu novela es buena, termínala’. Eso me dio un nuevo ímpetu, la desempolvé y todos los días escribía y se lo mandaba a Irene (…) Así la terminé”.
“El resto es historia… se la envié primero a un grupo de amigos lectores para que me dieran su opinión, incluyendo a mis hermanos, y cuando vi que sus observaciones, que todas fueron para mejorar, eran buenas, la mandé a (editorial) Planeta. La aceptaron y me pusieron a trabajar con una magnífica editora, la doctora Vanessa Solano Cohén, quien no me quitó ni una coma, sino que me puso a trabajar más… la novela tiene 100 páginas más gracias a ella y, por supuesto, ¡es mucho más sólida!”.
Solo nos queda leerla. Quién quita que nos veamos caminando sin querer entre las líneas de Aquello que no se dice. Quién quita que nos ayude a descifrar esta noche infame, a desmantelar sus monstruos.

La crisis del gomecismo
La articulista de Runrunes y escritora Carolina Jaimes Branger nos inquiere con Aquello que no…
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