Me alegró mucho ver bien a Jaime Barres, y siendo un ejemplo para muchos migrantes que piensan que están mayores para migrar
@SoyJuanette
Ya sé que el mundo es un desastre, Maduro no suelta y Edmundo se tuvo que ir a España. Pero, la verdad, estoy casando de escribir solamente de desgracias, así que esta semana les voy a presentar a un amigo al que hace mucho no veía: don Jaime Barres.
Probablemente no lo sepas, pero si eras niño en los años 80, disfrutaste del trabajo de mi amigo, el escritor y periodista Jaime Barres. Resulta que don Jaime no solo fue el guionista de Contesta por Tío Simón durante los 11 años que duró el programa, sino que también trabajó en la Revista Tricolor de la Cadena Capriles; ese suplemento educativo maravilloso que formó generaciones. Eso entre muchas otras cosas más.
A Jaime lo conocí en el año 2012, cuando comencé a trabajar en la Editorial Cadena Capriles en la Torre de la Prensa, en la Av. Panteón de Caracas. Él y Enrique Rondón se convirtieron, con el tiempo, en mi modelo a seguir, no solo como periodistas sino como personas.
Aquella Cadena Capriles fue para mucho de nosotros, además de una escuela, un campo de juego, donde me di el lujo de compartir con grandes nombres del periodismo como Laura Weffer, Ibsen Martínez, Tamoa Calzadilla, Carmela Longo, Luz Mely Reyes, entre muchas grandes plumas; y, por supuesto, Jaime Barres y Enrique Rondón.
Con ellos compartí 4 años maravillosos, hasta que la Cadena Capriles se vendió, y fuimos saliendo poco a poco. Recuerdo que en una de esas crisis de incertidumbre cuando todos comenzaron a marcharse del periódico, le conté a Jaime mi preocupación:
–¿Acaso yo también me iré alguna vez?
–Cada uno tiene su tiempo, Juanito; me respondió don Jaime.
Poco después Jaime se fue de la Cadena Capriles y luego de unos meses también Enrique. Mi tiempo de marcharme llegó mucho después, y no solo me fui de la C. C., sino también del país. Pero antes de dejar Venezuela me despedí de Jaime en la plaza de Los Palos Grandes, en Caracas.
Ya establecido en Buenos Aires, me enteré de que Jaime se había marchado a México DF y estaba viviendo con su hija.
El reencuentro con Jaime y la mujer de los cántaros
Gracias a que me nacionalicé y ahora tengo pasaporte argentino, pude viajar a México por trabajo. Apenas aterricé en el D. F., me encontré con una agenda bastante cargada. Reuniones iban y venían, no tenía mucho tiempo.
Pero gracias a una foto que subí a redes sociales desde el Zócalo, mi amiga Victoria Kimos (quien también es amiga de Jaime) me recordó que Barres vivía desde hace tiempo en la capital mexicana. Fue así como le escribí a don Jaime y acordamos encontrarnos en el Parque México.
Ocho años pasaron para reencontrarme de nuevo con mi amigo. Jaime me citó en una estatua que todos conocen como La mujer de los cántaros. Después me explicó que, justo detrás de la estatua, está el Foro Lindbergh, bautizado así en honor al piloto norteamericano que aterrizó en las cercanías de ese lugar el 14 de diciembre de 1927.
Tras darnos un abrazo, caminamos primero por el Parque México y después nos fuimos a caminar por la Colonia Condesa, donde degustamos un rico sándwich de cochinita de pibil. Mientras comíamos resumimos, en hora y media, todo lo que nos ocurrió a los dos en todos estos años fuera de Venezuela.
Yo le conté que mis hijos estaban bien, que tomaban mate y que les iba genial en el colegio. Además, que en lo laboral me iba maravillosamente bien y que hasta había rodado una película con Diego Peretti, un actor argentino que tanto a Jaime como yo admiramos. Y por supuesto le hablé de Flor, esa mujer maravillosa que es mi novia y que Argentina me regaló.
Entre tanto, Jaime me habló de sus hijas, contó que la mayor vive en Brasil y que sus nietas “falan” portugués. Y que él, además de dar charlas y talleres de creatividad para escritores; también está como dialoguista en series y programas de TV.
Me alegró mucho verlo bien, y siendo un ejemplo para muchos migrantes que piensan que están mayores para migrar.
Nos despedimos con la promesa de reencontrarnos en Buenos Aires en algún momento. Ojalá no pasen otros ocho años para verte, Jaime.
Ahora quisiera tomar un buen vino, con mi otro maestro Enrique Rondón, quien además es uno de mis editores de esta columna, que escribo desde hace casi siete años. Espero que, así como pasó con don Jaime, el destino o lo que sea haga posible un encuentro con Enrique.

¿Murió el periodismo?
Me alegró mucho ver bien a Jaime Barres, y siendo un ejemplo para muchos migrantes…
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