El portero francés Mike Maignan fue el mejor del Milan en la victoria en el Bernabéu. Solo de penalti pudo batirle Vinicius. El resto de remates, los paró todos. Desde los múltiples trallazos del criticado Kylian Mbappé hasta el remate de cabeza de Brahim, que parecía un gol más que seguro. Maignan, en Madrid, vestía con camiseta amarilla, pantalón amarillo y calcetines amarillos. Exactamente del mismo color y el mismo tono que el árbitro del encuentro, el esloveno Slavko Vincic. Rara la coincidencia de indumentaria, que no está permitida, para que nadie se confunda. Ni los jugadores, ni los espectadores, ni los televidentes. O el colegiado del partido o el portero milanista debieron cambiar su indumentaria. Pero eso no es todo, amigos, aún hay más.
En la misma jornada europea del martes, el portero brasileño del Manchester City, Ederson Moraes, que recibió cuatro goles en Lisboa, iba vestido con camiseta naranja, pantalón naranja y medias naranjas. Es decir, de exactamente el mismo color y el mismo tono que el árbitro del Sporting-City, el alemán Daniel Siebert. O el colegiado o el portero ‘cityzen’ debieron modificar su indumentaria. Y no lo hicieron. La posible confusión era evidente.
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La UEFA, tan quisquillosa para tantas cosas, a veces hasta el límite de lo absurdo, que prohíbe según qué banderas, que tira de sonotone para escuchar cánticos inadecuados, que tiene delegados que no cobran poco a cada partido, no está por lo que debe estar. Los árbitros deben vestir, siempre, de forma distinguible de los 22 jugadores de campo. De la misma forma que los dos porteros no pueden vestir igual y, solo si no tienen un repuesto de otro color, el árbitro les puede autorizar a disputar el partido.
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