El portazo dado a Nicolás Maduro en los BRICS expresa con total nitidez el descrédito político global de la llamada revolución bolivariana. En este bloque diplomático de economías emergentes en el cual las credenciales democráticas son un requisito secundario, bastó el reparo puesto en contra de Miraflores por uno de sus integrantes, Brasil, para dejar a Venezuela fuera de la foto oficial.
Maduro se trae para Caracas, sin embargo -y no es cualquier cosa- el trato cercano y la palabra de aliento de Vladimir Putin, que estuvo en desacuerdo con el veto planteado por el gobierno de Lula Da Silva, y quién al parecer le ha prometido a su gobierno inversiones y proyectos conjuntos.
De manera que, si en el ámbito internacional los reveses diplomáticos y políticos de Miraflores son continuos luego de las elecciones del pasado 28 de julio, -Naciones Unidas, OEA, Centro Carter, la Unión Europea y en la mayoría de los países latinoamericanos-, en el frente interno Maduro consolida sus posiciones y obtiene buena parte de lo que quería en los BRICS, mientras trabaja para continuar imponiendo sin complicaciones su hegemonía.
“Me gustaría reiterar la voluntad de proseguir nuestro trabajo constructivo conjunto sobre la actual agenda bilateral e internacional. Recuerde que usted siempre es bienvenido en tierras rusas”, dijo Putin a Maduro en Kazán, destacando los planes conjuntos que tienen ambas naciones.
Además, Maduro logra en la cumbre de los BRICS refrescar algunos contactos que necesita, con el presidente turco Erdogan; con el bielorruso Lukashenko; con el premier hindú, Modi; con el etíope Alí. No sólo para conversar eventuales proyectos económicos o aproximaciones, sino para obtener campo político, para recibir el trato de presidente legítimo que necesita, el estatus de portavoz de la nación que en este momento tantas instancias y personas le discuten y regatean.
Los niveles de aislamiento que pueda presentar el país en enero de 2025 no parecen arredrar a la plana dirigente revolucionaria, formada en la escuela castrista de resistir a todo evento, y de procurar obtener ventajas políticas con las circunstancias. El país sufrirá las consecuencias de un marco restrictivo y con más sanciones internacionales, pero el PSUV lo cabalgará. No será necesario “resistir” en exceso: la gente sencilla es la que lo hará por ellos.
Miraflores va a profundizar todo lo que pueda sus lazos con algunos de estos países del BRICS, y a entenderse con los capitales de rutas alternas que circulan evadiendo las sanciones internacionales. A partir de enero, Maduro correrá aún más el margen de tolerancia hacia aquellos que no lo traten como presidente electo, tanto dentro como fuera del país.
¿Se romperán las relaciones Venezuela-Brasil?
Por lo demás, las diferencias actuales entre los gobiernos de Venezuela y Brasil, -que residen en las dudas que tiene Lula en torno a la veracidad de los resultados anunciados por el CNE y la negativa de Maduro a mostrar las actas de votación, pero que de manera más amplia expresan dos maneras de interpretar el hecho público y la democracia-, tienen además un sesgo personal.
Las relaciones entre ambos países probablemente no van a romperse, pero pueden aumentar los comentarios irritados de cada cancillería, y el trato entre ambos presidentes en el futuro con toda seguridad será escaso. Maduro ha declarado que quiere esperar por Lula Da Silva, pero el gobierno de Venezuela declara persona no grata a uno de sus asesores fundamentales, Celso Amorim.
El intercambio de cuestionamientos entre los gobiernos de Venezuela y Brasil toca el fondo de una diferencia ideológica de carácter matriz en la izquierda latinoamericana, vinculada a la interpretación del mandato popular; el carácter sagrado del voto, incluso cuando este es adverso a la causa; y los llamados de la justicia social. La expresan también Gustavo Petro y Gabriel Boric. Le regresa, de nuevo, contenido al libro “Dos Izquierdas”, de Teodoro Petkoff.
Lula pudo convivir con Hugo Chávez, de quien siempre fue muy amigo, porque la popularidad del fallecido comandante y el claro mandato popular obtenido en las elecciones que organizaba, le permitían camuflar su interés continuista, una decisión política que hace mucho que está tomada en la revolución bolivariana, independientemente de los resultados de las elecciones.
Para los dirigentes del gobierno, una revolución es un hecho sin retorno, extra electoral, sin alternancias.
“Hemos convocado el día de hoy, al encargado de negocios de República Federativa del Brasil, a los fines de manifestarle nuestro más firme rechazo a las recurrentes declaraciones injerencistas y groseras de voceros autorizados por el Gobierno brasileño” ha declarado el canciller venezolano Iván Gil en un comunicado. En particular, a las ofrecidas por el Asesor Especial en Asuntos Exteriores, Celso Amorim, quien comportándose más como un mensajero del imperialismo norteamericano, se ha dedicado de manera impertinente a emitir juicios de valor sobre procesos que solo le corresponden a los venezolanos y venezolanas y a sus instituciones democráticas”.
La decisión tomada por el gobierno revolucionario chavista, independientemente de las objeciones a las elecciones, los números de las encuestas, o los cuestionamientos internacionales, es una sola: que se lo calen. Que las obligaciones de la real politik que tiene el entorno lo mantengan en su lugar de autoridad, más allá del debate sobre las actas y la cantidad de votos del 28.J. Algunos lo harán, otros no lo harán.

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