María Corina Machado ha afirmado varias veces en estas semanas que, luego de los discutidos resultados electorales anunciados por el Consejo Nacional Electoral, Nicolás Maduro no ha ganado un solo apoyo a la cruzada de la legitimidad de su gobierno.
Más bien, argumenta que los ha ido perdiendo: el apoyo de casi todas las corrientes de la izquierda del mundo desarrollado, particularmente en Europa, y especialmente en España; la confianza de los organismos multilaterales; y la credibilidad de casi todas las naciones latinoamericanas, comenzando la lista con los presidentes izquierdistas de Chile, Brasil y Colombia.
Desde el exterior, el planteamiento que hace el gobierno de Venezuela en torno a la pertinencia de su propia continuidad luce insostenible, y eso alienta las expectativas de mucha gente. Dentro del país, por el contrario, luce completamente impuesta, por la fuerza, y sin mayores costos, los procedimientos y la narrativa del chavismo.
Si nos atenemos al principio de que en la política moderna se alimenta de las percepciones, claro que el relato de la victoria de Edmundo González Urrutia se sostiene robusto en los confines de América y Europa, sobre todo en aquellas sociedades donde hay debate público y alternancia de poder. Pero no nos engañemos: la gobernabilidad en Venezuela -al menos hasta nuevo aviso- la tiene en sus manos la cúpula cívico militar estructurada en torno al PSUV.
La usurpación no se discute
En algunos círculos diplomáticos del país consultados existe la percepción de que, luego de la fallida experiencia del gobierno interino de Juan Guaidó, el margen de tolerancia de la cúpula chavista a cualquiera matiz que desconozca la legitimidad de su mandato será mínimo desde enero en adelante. Es una reflexión pensada para el panorama internacional, pero por supuesto podemos hacerla extensiva a la realidad local.
A estas alturas, es muy probable que el interés de Maduro y el equipo dirigente chavista no sea tanto que “les crean”, sino que, finalmente, la sociedad venezolana, y el mundo en general, terminen por aceptarlos. Que se imponga el brutalismo de la realidad y se negocie con las circunstancias. Como, de hecho, ha ocurrido y ocurre con otros gobiernos del mundo, de los tantos que hay, peleados con las opiniones en contra, polémicos con el tema de la tentación autocrática, desentendidos de la opinión de la mayoría, y, sin embargo, frecuentes oradores en el estrado de Naciones Unidas.
Las actas vs los precios del petróleo
En este campo, los intereses creados en la industria petrolera global podrían terminar jugando, voluntaria o involuntariamente, algún papel específico en función de los intereses del estatus quo. El estado venezolano necesita con urgencia explotar pozos petroleros y yacimientos gasíferos ociosos para poder recuperar tejido y hemoglobina luego de la hecatombe socioeconómica que tuvo lugar aquí entre 2014 y 2019.
Al mismo tiempo, el mercado energético global necesita el ingreso del petróleo venezolano al mercado, luego de años de déficit, procurando evitar, sobre todo, que las consecuencias de un potencial enfrentamiento militar Irán-Israel origine una segunda oleada se precios altos, posterior a la del conflicto Rusia-Ucrania, que termine concretando un shock energético global. Puede que estas circunstancias expliquen los atenuados comunicados emitidos últimamente por funcionarios estadounidenses respecto a la crisis venezolana. Los Estados Unidos hacen sus cálculos.
Maduro ha tratado de avanzar sobre esa realidad, y es en este contexto que se produce la reunión con la gerencia de Repsol, multinacional de origen español que tiene varias inversiones energéticas importantes en la zona occidental del país, y cuya presencia en Venezuela podría estar garantizada incluso si las relaciones con España se rompieran, tal y como ya ocurre con Chevron y Estados Unidos.
Algunos observadores consultados opinan que tal circunstancia podría darse con mayor probabilidad, paradójicamente, si el ganador en Estados Unidos es Donald Trump, un impredecible personaje que, sin embargo, ha demostrado varias veces que es capaz de entenderse con sus adversarios más enconados si a cambio obtiene beneficios concretos.
En este caso, dos de los temas de la agenda de Trump serían ayudar a estabilizar el mercado petrolero y sacarse de encima, como tanto lo ha ofrecido en su campaña, la lata del torrente migratorio latinoamericano -en este caso el venezolano-, un complejo problema que será difícil de atender sin el concurso de Caracas.
“Veo un escenario de empresas petroleras trabajando con Maduro”, opina el economista Luis Oliveros. “Hay mucho interés en cobrar deudas pendientes que tiene el país con muchas de ellas. En un contexto como este, con la crisis de Israel e Irán escalando, cada barril de petróleo venezolano que entre en el mercado es un barril menos del cual el mercado se tendría que preocupar”.
Oliveros interpreta que una presidencia de Kamala Harris mantendría el esquema actual de sanciones energéticas al país, con tendencia a flexibilizarlas para no perjudicar sus propios intereses, y un Donald Trump que, con más probabilidad, busque opciones para allanar un camino de soluciones concretas con sus enemigos (que es el escenario soñado por Maduro).
Oliveros piensa que en Estados Unidos parecen advertidos de que un agravamiento de la crisis económica y social venezolana, con un Maduro decidido a resistir, agravará aún más la crisis migratoria nacional, esa que el oficialismo tanto disimula, y que ya es un problema también en Norteamérica.
En todo caso, en los círculos vinculados a la actividad energética en el país se descarta la aprobación de nuevas licencias petroleras para Venezuela en el futuro. El techo está colocado. En manos de Maduro esta sería una nación pequeña y relativamente aislada, con presencia de capitales oscuros, en la cual dictaduras esclarecidas del globo, como las de Rusia y las de China, tutelen a distancia su devenir.
De ese tamaño es el reto de María Corina Machado y las fuerzas democráticas, luego de las brillantes victorias políticas obtenidas en los últimos meses, desde fines de este año en adelante.

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